lunes, 1 de septiembre de 2014

Adiós The Knife: sus álbumes de peor a mejor


Se nos fue agosto, el mes que muchos conocemos como aquel de los gatos y de los veteranos. Como es de costumbre, no todos sobreviven mientras el mes avanza paso a paso como verdugo. Y en el mundo de la música, precisamente hace dos semanas emergió una víctima sorpresiva: The Knife, el enigmático y reservado dúo de electrónica de Karin y Olof Dreijer llegaba a su fin.

“Vamos a cerrar, esta es nuestra última gira. No tenemos obligaciones de continuar. Todo esto sólo y siempre debería ser por diversión”, le decía Karin Dreijer Andersson a Alex Denney de Dazed and Confused. Pese que inicialmente muchos pensaron que sería una movida a lo Nine Inch Nails, donde el dúo cesaría solamente de realizar giras, más tarde sería su asistente de relaciones públicas el que confirmaría la separación.

Nunca conformistas con los patrones más comunes de este género, como volcarse a la electrónica de club o aquella más masiva y festivalera, los hermanos Dreijer exploraron un sinfín de posibilidades en las máquinas, los computadores, sintetizadores, e incluso sus propias vocales. En el proceso, adquirieron voz como uno de los actos más desafiantes y temerarios que conoció el mundo de la música. Dando peso a cada palabra que emitían y construyendo un llamado social, The Knife cuestionó las prácticas políticas de su nación madre, Suecia, las identidades sexuales, los roles del hombre y la mujer en la humanidad, las instituciones como el matrimonio, la familia, y mucho más. Con un ojo crítico para todo, confeccionaron parte de la música más audaz de esta era. Y es por ello que, mediante este ránking, Melómanos Magazine rinde tributo a la proeza de The Knife. Larga vida.

5. The Knife (2001)

Un primer ladrillo en la construcción del cimiento, el álbum homónimo del dúo es una pequeña mirada a un salvaje mundo musical, pero uno cubierto con una banda elástica que dice EN CONSTRUCCIÓN. Grabado en los últimos tramos del siglo anterior, “The Knife” es una sólida entrada, pero carece del gancho agresivo que viene a caracterizar el sonido clave de los de Gothenburg.

Donde tenemos piezas que sufren bajo la simplicidad de sus arreglos, como ‘I Just Had to Die’ y ‘Parade’, tenemos de igual manera momentos de glacial majestuosidad como ‘I Take Time’, ‘Neon’ y ‘Lasagna’. También, de forma anómala, nos encontramos con el número acústico (sí, The Knife también tuvo algo de orgánico) ‘N.Y. Hotel’, una de las mejores ofertas del álbum. Distante y angustiada, Karin Dreijer entona una letra minimalista que recuerda a un amor fugaz. Podría ser eso y nada más, pero la calidad sombría “otromundista” de la canción le da tintes de elegía.

Mucho más que decir de este trabajo es difícil cuando se trata de un acto musical que se hizo y deshizo con cada apuesta nueva, pero eso no hace de The Knife un álbum completamente prescindible. Tan sólo no tiene ojos para mirar a sus sucesores.



4. Tomorrow, In a Year (2010)

“Tomorrow, In a Year” es un álbum doble producido por The Knife en colaboración con el productor/DJ Mount Sims y la artista británica de electrónica Jam Rostron, que opera bajo el nombre artístico de Planningtorock. Además, fue comisionado por el grupo de performance art Hotel Pro Forma para una ópera basada en El Origen de las Especies de Charles Darwin.

Este es en muchas formas un punto de parada para el dúo. No sólo no es un álbum estrictamente bajo control de ellos, contando con una gran gama de músicos y vocalistas (la mezzo-soprano Kristina Wahlin, los artistas Jonathan Johansson y Lærke Winther), sino que además es posiblemente el disco más abstracto que los hermanos Dreijer han puesto a su nombre. Denso y consternado con las formas más mínimas de sonido, “Tomorrow, In a Year” corre más lejos que cualquier otro disco en el catálogo de The Knife en la audaz carrera por empujar más lejos sus límites musicales. Incluso alcanza un incómodo punto donde ya no sabes si escuchas The Knife o no.

‘Intro’ abre la secuencia con cuatro minutos de clicks, y algo que suena como una caminata en el frío exterior. Dos minutos entrados en ‘Epochs’ es cuando aparece música en formas más digestibles, pero aun así desafiando la expectativa de la escucha casual con las vocales de Kristina Wahlin. Otro punto de atención se lo llevan las dos versiones de ‘Annie’s Box’, puntos álgidos que integran la segunda parte del disco. Dando inicio y cierre a ella tenemos codo a codo la interpretación linear de Wahlin versus la de Karin Dreijer Andersson, esta última amenazando con tornar el número final de la placa en un tema de Fever Ray.

Sin embargo, el diseño de “Tomorrow, In a Year” precisa que la experiencia sea audiovisual. Aún no exenta de momentos potentes (‘Seeds’ y el intercambio de vocales entre Wahlin y Winther en la urgente ‘Upheaved’), la propuesta de The Knife resulta muy poco accesible y es mejor tomada en dosis menores.


3. Deep Cuts (2003)

Aquí es donde realmente despega el vehículo. Con “Deep Cuts”, los Dreijer optan por sacarse algo del maquillaje que caracterizaba la atmósfera más retraída de su debut. Empiezan a jugar en el estudio, con el tempo, los ritmos, la programación, y otros. Deciden atreverse con las voces. Experimentan. En resumen, aquí The Knife se ha soltado las trenzas.

El resultado podría ser el disco más divertido en el catálogo del par, donde predominan arreglos musicales muy extrovertidos. ‘Heartbeats’ mezcla ingenuidad, calidez y ternura con un beat tropical, mientras Karin Dreijer empieza a dar cuenta de su elasticidad vocal. ‘Pass This On’ es posiblemente una de las composiciones más simples de los hermanos, pero brilla en el contexto del álbum. La energía se mantiene de alto calibre en ‘Listen Now’ e ‘Is It Medicine?’, siendo ‘One For You’ el único momento que pareciera dar indicaciones de una dirección futura para la banda; algo así como un tema precursor a “Silent Shout”.

Al otro lado de la moneda, el dúo sigue tropezando en algunos detalles: ‘You Make Me Like Charity’ ofrece un momento de intelecto de aquellos por los que hoy se conoce a The Knife, pero al son de una producción obtusa y torpe. Las cosas no mejoran cuando arriba ‘Behind the Bushes’ que prueba ser un showstopper poco interesante, provocando que el álbum pierda momentum. ¿Y ese cierre de ‘Hangin’ Out’? Ehm…

Bueno, con tropezones o no, “Deep Cuts” sigue mostrándose impecable, y a pesar de que 11 años más tarde suena algo viejo, no lo hace esto menos disfrutable. ¿Quién diría que un acto con un don para discutir el rol social como éste ganaría reconocimiento con un álbum en cierto modo, poco serio?


2. Silent Shout (2006)

De pies a cabeza, “Silent Shout” es un proceso de revolución tras bambalinas. Es aquí donde Karin y Olof deciden empezar la difícil ruta que los llevará a dejar su antigua piel y sacudir lo habitual. El resultado es un trabajo increíblemente cohesivo que no posee un solo momento matapasiones. Los 11 temas de “Silent Shout” son el análogo musical de un cuerpo humano: un sistema pulcro y casi perfecto, con todas sus partes funcionando en armonía.

Automáticamente, los primeros segundos del tema titular marcan la pauta de lo que continúa: los oriundos de Gothenburg han configurado en disco una lucha interna por la identidad y plenitud en un mundo comprometedor e innatural, tema que se exploraría más intensamente en “Shaking the Habitual”. Dar esta clase de saltos no es tarea fácil cuando se trata de tu tercer álbum, pero aquí Karin y Olof han preparado el background ideal para llevar sus mensajes a los oídos de la gente. Además, en materia de escritura, han preparado letras que pueden interpretarse de mil formas, pero siempre formas coherentes a lo que el dúo nos busca transmitir.

Silent Shout tiene mucho de oratorio y conversación, siendo casa de los simbólicos ‘We Share Our Mothers’ Health’ y ‘Like a Pen’. La primera de ellas puede ser interpretada como una severa denuncia sobre el consumo interesado de lo material en el contexto moderno que crea necesidades absurdas, mientras la segunda ofrece un comentario sobre la silenciosamente asesina anorexia. Asimismo aparecen la discusión sobre el rol materno en ‘Forest Families’ y las trampas del matrimonio en ‘Marble House’, una producción notablemente endeudada del ABBA más melancólico y teatral de “The Visitors” (no sería sorpresa que de haber continuado, el cuarteto confeccionara joyas musicales como ésta).

El aspecto más sorprendente de “Silent Shout”, y lo que lo hace uno de los mejores discos de su era, es la capacidad de invitar al pensamiento y la reflexión, siempre con temas variados y cautivantes, y cuidando de no caer en el tedio. Considerando que a casi 10 años de su lanzamiento, ha envejecido majestuosamente (a diferencia de sus predecesores), un interesado casual en la obra de los hermanos debiera partir por acá. S U B L I M E.


1. Shaking the Habitual (2013)

Mi experiencia escuchando “Shaking the Habitual” me demostró mejor que ningún otro que experimentar la música es más que meramente poner una canción de fondo mientras llevas a cabo el día a día, y que incluso puede ser un proceso difícil. “Shaking the Habitual” es un álbum que frustra, complace, enerva y captura en varios niveles.

‘A Tooth for an Eye’ arranca el motor del primer disco, estableciendo nexos estilísticos con “Silent Shout”, pero con percusión orgánica, conjurando una caverna endiablada de sonido tribal, la cual se mantiene recurrente a lo largo del álbum. ‘Raging Lung’, por lejos menos invasiva pero más amenazante, cuestiona las trabas que el tiempo nos pone como seres humanos a medida que envejecemos. Es una de las mejores canciones para invitarte a echar miradas introspectivas.


“Shaking the Habitual” tiene tiempo para el diálogo y la meditación, pero de igual forma deja espacio a la diversión y extroversión tan propias de sus encarnaciones previas. Aquí entra ‘Without You My Life Would Be Boring’, una exótica apuesta de gritos brujescos y un sonido oriental; un aquelarre musical. Por otro lado, ‘Stay Out Here’, en su poco ortodoxa propulsión y mezcolanza de sintetizadores obtusos, beats parásitos y la vocalización demoniaca de Olof, toma un eje menos luminoso.

Cuando “Habitual” apuesta por los pasajes más ambient, se vuelve un momento make-or-break para la banda (con esta expresión hablamos de un 50/50). ‘A Cherry on Top’ sale airosa, en su majestuosidad de trance, sin embargo, los cortes como ‘Fracking Fluid Injection’ y la omnipresente y distópica ‘Old Dreams Waiting to Be Realized’ entorpecen la corriente temática del álbum. Tal vez una mano en la sección de editado no habría venido mal entonces.

La esencia de esta pieza queda encapsulada en una de las mejores canciones que el 2013 vio surgir (quizás la mejor): ‘Full of Fire’, una bestia, un kraken del sonido destruyendo ciudades a su paso. El contexto no podría haber sido mejor, y tanto el tema como su propio vídeo son especialistas en dejarte sin aliento, y rascándote la cabeza pensando “Qué chucha vi”, al mismo tiempo.


Tomemos la pieza audiovisual para el análisis: escenarios de cierto grado de agresividad sexual y repulsión -como jóvenes en bondage, una mujer orinando en plena calle, una protesta queer- en medio de situaciones comunes diarias, y dos mujeres de avanzada edad como protagonistas de facto. ¿Qué mejor para ejemplificar el mensaje de la canción, que habla de cómo la historia olvida en el proceso los logros de las mujeres, las etnias, las condiciones sexuales, etc.?

Ese es el mensaje en “Shaking the Habitual”: el mundo hace oído sordo de sus problemas. Vamos por la vida en modo de autopiloto. Discutir la sexualidad, la raza, el género, y el constante etiquetaje que nos hacemos como humanos nos lleva a un punto de conflicto globalizado sin consenso. Y en abordar su temática, nos resulta uno de los álbumes más simbólicos y denunciantes que verá el siglo XXI.


Así es como The Knife se nos va: firmando un catálogo inmenso, cuyo peso recae en los hombros de su última placa discográfica, un futuro clásico muy de su tiempo que protesta contra el tóxico conformismo que permea las sociedades del mundo. The Knife te invitará a pensar dos veces, reflexionar, bailar, llorar, pero sobre todo, a sentir. Después de todo, ese es el espíritu de los hermanos Dreijer: el ESTÍMULO.

Por Camilo Pérez Fernández