jueves, 15 de noviembre de 2012

La Vitrola: Soundgarden - King Animal (2012)

¿Cuántos tiempo tuvo que pasar para esto? ¿15 años? Tomando en cuenta que fue un 9 de Abril de 1997 el día en que Soundgarden anunciara su separación y se durmiera por más de una década, dejando tras de si la constante incertidumbre de la reunión. Una que se vio confirmada por fin el año 2010 y tuvo como fruto el disco que nos convoca.

El mundo en el que caminaron en los 90’s los pedía y ellos simplemente atendieron al llamado, porque siendo honestos la separación siempre olió a capricho más que a otra cosa. La carrera de Cornell nunca fue tan sólida como cuando se enlistó en esta agrupación (con Audioslave fue más pirotécnico que contundente y ni hablar cuando cruzó las fronteras del pop de la mano de Timbaland). Así que con la confirmación hecha, sólo quedaba crear y derribar miedos.

Temor por el resultado había, y mucho. No son pocos los intentos por recuperar viejas glorias a punta de nuevos lanzamientos que fracasan ruidosamente. Discos que nacen por obligación más que por necesidad y, como un producto deficiente,  acusan los vicios del tiempo, así como un añejado pésimo. El álbum en cuestión básicamente sortea sin dificultad estos dos obstáculos, pues sin ser un clásico instantáneo, suena como debería ser un disco de Soundgarden en este milenio, aunando la fuerza natural que imprime Chris Cornell en las vocalizaciones, lo gravitante y sicodélico de Thayil en las seis cuerdas y un refuerzo rítmico contundente, donde Matt Cameron, con varios años de bagaje en Pearl Jam, y Ben Shepherd se encargan de la capa voluptuosa de “King Animal”.

Gravedad teñida de negro por todos lados. ‘Been Away Too Long’ es un knock out instantáneo, secundada por tan buenos cortes como la sólida ‘By Crooked Steps’, dos canciones hechas para situarse en paisajes lúgubres y asfixiantes. Sencillamente genial. 

Recrean casi perfectamente el ambiente de sus discos clásicos, todo lo pueden reproducir menos una cosa: el riesgo. Con sus placas previas uno sentía que la potencia te podía destripar. Acá falta eso, la percepción sensorial de estar en peligro; la dureza del disco se deja ver, pero no hiere, no corre sangre. Aunque para ser el único trapo sucio, no alcanza a empañar la sumatoria final.

Toques orientales en la guitara de Thayil en ‘A Thousand Days Before’. Eso sí, colados por Black Sabbath derraman un frasco de sicodelia negra sobre el escucha, mientras la atmósfera aplasta con ‘Blood On The Valley Floor’ a la que le sigue la canción eje ‘Bones Of Birds’, un tema donde el fiato no puede ser más palpable y que difícilmente tenga una igual en esta colección.

Ya cruzando el ecuador del disco nos encontramos con algunos temas más débiles y una que otra descompensación en el nivel que se venía mostrando. Por fortuna todo retoma el rumbo con la enérgica ‘Worse Dream’ y la rítmica ‘Eyelid’s Mouth’. El cierre a cargo de ‘Rowing’ se torna experimental y todo termina siendo muy débil, perdiendo un poco el interés ganado con sus predecesoras.

El balance deja un notorio saldo positivo a favor de Soundgarden. Aunque ya no suenan peligrosos como en su mejor época, conservan su oscuridad y densidad. Suficiente para señalar esta entrega como un buen disco. Pura “Canción Animal” por acá.

Por Francisco Silva