viernes, 27 de abril de 2012

Paul Weller – Sonik Kicks (Island, 2012)



El padrino del Mod asume los riesgos y sale airoso. Centrándose más en las canciones que en el concepto del álbum, aunque sin abandonar el hilo conductor que constituye la incorporación de elementos electrónicos y kraut, logra que estos últimos convivan en buenos términos con pianos y guitarras acústicas, algo que resulta uno de los puntos más destacables del disco.


Resulta complejo evaluar a gente como Weller, quien se ha destacado por su regularidad, tanto en la edición como en la calidad de sus trabajos solistas. Sin contar los notables álbumes que realizó con The Jam y The Style Council, su carrera en solitario ha sido una constante de hits, colaboraciones y buenas críticas. Sin ir más lejos, tanto su ambicioso y cuidado proyecto conceptual “22 Dreams” (2008) como su vuelta a las raíces aceleradas del mod-garage “Wake Up Nation” (2010)  alcanzaron sendos #1 y #2 en las ventas de su natal Inglaterra, por lo cual no se puede hablar de regresos ni de sorpresas con un artista que siempre ha estado dando que hablar en la prensa musical.

Dicho lo anterior y yendo a “Sonik Kicks”—que ya alcanzó el #1 en el UK Albums Chartlas sorpresas existen pero para bien (o para mal si lo prefiere) la marca registrada del artista todavía está ahí. No se deje encandilar por la fluorescente portada de la placa, lo que a primera vista me pareció una clara y sugerente referencia al señor Gary Numan, y de paso, un guiño a los sonidos electrónicos que se incorporan a la composición de Weller.

El primer corte titulado ‘Green’ ya te habla de la energía que estará presente en varios tracks a lo largo de la obra. Un ritmo acelerado da la propulsión a los sintetizadores y a la voz de Weller que se distorsiona, se repite en ecos, aparece por ambos auriculares y finalmente se desvanece del auricular izquierdo para luego repetir el mismo proceso en el derecho. En una era donde la grabación y el presupuesto dejan muy poco para la imaginativa de la post-producción, este juego de canales te indica de inmediato que disfrutarás mucho más del disco si es que lo escuchas con audífonos. Punto para Paul por su preocupación por ese recurso, quienes valoren esa experiencia lo agradecerán.

Prosigue el ritmo con el ánimo en alto en la simpática ‘The Attic’ y la apurada ‘Kling I Klang’, la cual parece una canción de los Jam con sintetizadores en vez de guitarras, algo que tengo que reconocer que esperaba encontrar en este trabajo y ha dado en el clavo. Otro punto para Paul.

El calmado instrumental ‘Sleep Of The Serene’ da el paso a canciones más tradicionales y reconocibles con la carrera solista del cantante como 'By The Waters' dejando de lado los sintetizadores y retomando la acústica con una agradable atmósfera brindada por un arreglo de cuerdas. La calma no dura mucho ya que el siguiente track es 'That Dangerous Age', segundo single de la placa y una muestra de la imaginería del artista quien parece reírse un poco del envejecimiento en clave pop.

‘Study in Blue’, ‘Dragonfly’ y ‘Drifters’ aparecen como canciones brillantes con las cual se podría hacer el paralelo en sonido a discos anteriores del británico, mientras ‘Around The Lake’ (single de adelanto) juega con sintetizadores y un beat psicodélico.

‘Paperchases’ parece ser la joya camuflada del disco. Tras un digerible ritmo pop se esconden pequeños detalles sonoros, y se repite una constante ya mencionada que se mantiene durante todo el trabajo: la cuidada utilización de los canales. En un tema que podría haber sido en otros tiempos una simple canción acompañada de elementos más convencionales, irrumpen en la escucha secuencias, sintetizadores e incluso secciones de cuerda con arreglos novedosos, que condensan un poco la tónica del disco de incluir elementos electrónicos sin alterar la esencia típica de la canción asociada al cantautor.

La última pieza ‘Be Happy Children’ no es otra cosa que la esperable balada tan típica del pop británico, pero sirve como un buen broche para demostrar que sí se puede mezclar a Nick Drake con Kraftwerk y principalmente, que Paul Weller a los 53 años no está en la ‘Dangerous Age’, sino dispuesto a asumir los riesgos y a no dormirse mirando sus discos de oro.


Por Joaquín Riffo