sábado, 5 de abril de 2014

Cobain: ni mesías ni mito

En un nuevo aniversario de su muerte, la figura de Kurt Cobain evidencia una vez más en foros y redes sociales la fascinación que provoca, sea a partir de expresiones de respeto y reverencia por su partida temprana, en tanto es el último “mártir” del rock, o por las categóricas expresiones de rechazo por considerar que el oriundo de Seattle es un músico sobrevalorado cuya influencia en la cultura pop es producto de factores no necesariamente vinculados a su obra, como la mercantilización de su figura.

Como sea, pareciera haber un desequilibrio al que la muerte trágica no contribuye a despejar. Cobain sí es alguien relevante en la cultura pop y la música popular de los últimos 20 años: más que otros sujetos de su generación tuvo un fuerte compromiso con la escena alternativa, ayudando a difundir y a impulsar a varias bandas, y en general, un estilo de música que indudablemente refrescó la escena que hasta entonces ofrecía pautas estéticas sobrecargadas y grandilocuentes (desde el Hairspay rock, al auge de las bandas de metal con enormes puestas en escena). Que integrantes de los Meat Puppets hayan aparecido en el MTV Unplugged, no fue casualidad.

Un estilo musical que la industria rápidamente adaptó a sus parámetros de cultura “en serie” y por ello no tardaron en convertir a Nirvana en una camiseta y una especie de símbolo de un movimiento, asunto que a Cobain nunca pareció agradar en demasía. Por ello es fácil convertirlo en una suerte de “mesías” que predicó a punta de llamaradas de distorsión, pero ello dejaría en muy segundo plano a otros sujetos tan importantes como Cornell, Vedder, Staley, Pixies (a quienes siempre les reconoció su influencia) e incluso Corgan. Sin dudas Cobain fue importante en la difusión de un movimiento creativo, pero aquello no lo convierte en un mensajero iluminado que inventó el “grunge”.

Otro tanto tiene que ver con su obra: canciones con riff extraños, sumergidas en océanos de Small Clone Chorus y Boss DS2, en que Cobain intentó sintetizar sus influencias, que abarcaron desde The Beatles a Black Sabbath, como de David Bowie a Black Flag. Esa propuesta, para algunos no muy original ni muy brillante, para otros muestra a un creador inquieto, con fuerte ánimo de superación y que tiene el mérito de intentar variaciones en el sonido de sus discos y en el alcance de sus composiciones; desde el sonido oscuro y casi demo de “Bleach” hasta la inquietante fragilidad del MTV Unplugged. Estas evidencian a un hombre creativo al que a menudo se le encasilla con ligereza como un joven gritón y depresivo, especialmente por quienes le creen sobrevalorado. Pero en definitiva se trató de un creador relevante, fundamental en el desarrollo de una cultura, al que se le achacó una carga tal vez, demasiado pesada e injusta, y de la que zafó en un día como hoy hace 20 años.



Por Felipe Retamal Navarro