martes, 14 de mayo de 2013

Rufus Wainwright: Intima emoción

Rufus Wainwright en Chile
Lunes 13 de mayo, Teatro Nescafé de las Artes

Un solitario piano de 3/4 de cola en el centro era todo lo que se podía ver -de entrada- sobre el escenario. A eso de las 21:05 hrs y aún con luces apagadas, el esperado Rufus Wainwright entró raudamente y se sentó frente al instrumento, recibiendo (y agradeciendo) de inmediato el aplauso de su devoto público. Ataviado con unos coloridos pantalones que hacían juego con su pañuelo y contrastaban con su sobria chaqueta, el de Montreal comenzó sin previo aviso su presentación con ‘The Art Teacher’, corte perteneciente a su disco “Want Two” que dio inicio a una velada íntima y perfecta.

La voz del músico se impuso de entrada, llenando todos los espacios del adecuado teatro Nescafé de las Artes que, a pesar de ser lunes, lucía casi repleto. El piano, en tanto, parecía ser una extensión de su cuerpo, al tiempo que apasionadamente paseaba sus dedos entre las teclas para acompañar sólo con su sonido las primeras cuatro canciones del repertorio. ‘This Love Affair’, ‘Matine Idol’ y ‘Vibrate’ pasaron así, una tras otra, entre aplausos y fugaces agradecimientos.

Tras eso, Wainwright toma una guitarra electroacústica y –en una de las primeras muestras de comodidad de la noche- admite que es mejor con el piano que con ése instrumento. Las carcajadas dan lugar a ‘Out of the game’, primer tema del setlist de su última placa de estudio, seguida de ‘Jericho’, del mismo trabajo. Una emocionante interpretación de ‘Not ready to love’ suena después, dejando una estela de emotividad que fue la llave perfecta para que el músico se desenvolviera en el resto del concierto.

Así, nuevamente sentado al piano, vendría un sincero y entretenido monólogo del artista sobre su familia y el amor a su hermana (Martha Wainwright), a quien dedicó ‘Martha’. Pero las historias no terminaron ahí: luego vendría un extenso relato sobre cómo conoció al legendario Jeff Buckley y la admiración que siente por él, en un preparativo perfecto para las celebradas ‘Memphis Skyline’ y ’Hallelujah’, ambas relacionadas al autor de “Grace”.

La comodidad del músico frente al público llamaba la atención, porque pese a no tener banda de soporte, su calidez a toda hora y su incuestionable talento (tanto en el piano, como cantando) hacían parecer que no se necesitaba nada más. Era casi como tenerlo tocando en el living de tu casa; quién podría pedir algo más.

Siguiendo con el ambiente íntimo de la jornada, Wainwright habló sin reparos de su madre -la fallecida Kate McGarrigle-, su hija, su esposo e incluso dedicó una canción (‘Going to a town’) al vocero del Movilh Sergio Parada, con quien sostuvo una reunión donde –según confesó- lo premiaron por su activismo a favor de la causa homosexual. Todo esto, claro, en pos de un show que entre las anécdotas y la condición de tener a un Rufus Wainwright solo con su instrumento en el escenario, se volvió cada vez más cercano y a ratos emotivo.

Tras poco más de una hora y 20 minutos de show, el artista se retiró con ‘Cigarettes & Chocolate Milk’, aunque sólo lo hizo para volver tras escasos minutos a cerrar con ‘Poses’ y ‘Foolish Love’; un encore que pese a ser algo accidentado (se confundió en el piano de la última canción), puso el broche de oro a una inolvidable presentación.

Público de pie y una ovación bien correspondida para un artista genuino que no sólo se entregó en lo musical, también lo hizo en alma.


Por Ignacio Silva
Fotos por Bianca Godoy Paez