domingo, 26 de mayo de 2013

Cat Power: Incómoda incertidumbre

Cat Power en Chile
Sábado 25 de mayo, Teatro La Cúpula

Chan Marshall se vio incómoda desde que pisó el escenario del teatro La Cúpula. Eran poco más de las 21:10 cuando la oriunda de Atlanta dio inicio a su cuarta presentación en Chile con una cruda versión de ‘The Greatest’, en una interpretación que a ratos dejaba entrever leves problemas con su voz. Acompañándola estaba su banda soporte (guitarra, batería, bajo/percusiones y teclados/guitarra), quienes habían comenzado a tocar unos minutos antes de que ella apareciera frente a todos.

A diferencia de su última doble visita –Lollapalooza y Amanda en 2011-, ahora Marshall lucía una imponente imagen de pelo rubio y corto (peinado hacia atrás), chaqueta de cuero, pantalones ajustados y tacos; un auténtico contraste en relación al relajado look que vestía hace poco más de dos años. El evidente cambio se vio completado por una actitud diferente de la artista que, pese a su característica inseguridad en vivo, se mostró como una frontwoman algo más cercana e interactiva con la audiencia, incluso improvisando unos tímidos pasos de baile.

Parte de eso fueron las señas que hizo para que los asistentes abandonaran las sillas dispuestas en la pequeña “cancha” de La Cúpula y se acercaran al escenario, lo que se concretó mientras cantaba ‘Cherokee’, la segunda de la noche y primera referencia de “Sun” (2012), disco en el que se basó cerca de la mitad del setlist. De ahí en más, los problemas en la voz de la artista se agudizaron y dejaron de ser sólo una sospecha.

Sonándose entre canciones, Chan luchaba contra los inconvenientes de un evidente resfrío que la tenía fuera de sí. Y se notaba. Forzaba la garganta a tal punto que alcanzaba un tono grave y pastoso (más de lo habitual), casi con un aura bluesera. El esfuerzo sonaba bien, pero cada vez que la cantante trataba esgrimir alguna frase de agradecimiento al finalizar un tema, apenas le salía el habla. Inteligente, Cat Power se refugiaba en su banda de soporte (mención aparte para Alianna Kalaba, la baterista), aunque en más de alguna oportunidad se le vio haciendo señas, algo fastidiada por el sonido. Así transcurrieron canciones como ‘Silent Machine’, ‘Manhattan’, ‘Human Being’, ‘Kings Rides By’ y la intensa ‘Bully’.

Todo el manejo salió bien hasta su dramática (en el buen sentido) interpretación de ‘Angelitos Negros’. La canción sonó potente y conmovedora, casi como un punto de quiebre donde Marshall dejó de contenerse y sacó lo mejor de su interpretación. Pero por entregarlo todo, simplemente se le quebró la voz.

De ahí en más, todo se volvió incertidumbre. El show siguió con ‘Always on My Own’ y ‘3, 6, 9’, uno de los mejores cortes de la nueva placa, pero que dadas las circunstancias no sonó del todo bien. Después vendría una corta versión de ‘Nothing But Time’, canción que pese a los inconvenientes logró proyectar su atmósfera épica. Los ánimos volvieron a subir con ‘Metal Heart’, única muestra de la noche del ya clásico “Moon Pix” (1998) y casi un regalo para los más fanáticos.

Cabe señalar que a excepción de los apostados en las primeras filas, el público en general se mostró poco efusivo y un tanto aletargado, aspecto que jugó en contra en momentos del show que requerían lo contrario; sobre todo en las canciones de “Sun”.

El cierre comenzaría con ‘Shivers’, original de Rowland S. Howard, que dio paso a una potente dupla conformada por ‘Peace and Love’ y ‘Ruin’. Precisamente durante el final de la última canción, Marshall fue a buscar un ramo de flores que luego de repartir entre sus músicos, lanzó al público. Todo como una especie de coronación de una show que pese a tener de dulce y agraz dejó la imagen de una Cat Power que con evidentes problemas logró sacar todo adelante. Aunque rompa su voz.


Por Ignacio Silva
Fotos por Carlos Müller