viernes, 13 de abril de 2012

La Experiencia Lollapalooza: Día 2, Parte 2

Festival Lollapalooza Chile 2012
31 de marzo y 1 de abril, Parque O'Higgins


Tras el final de la presentación de 31 Minutos, caminamos rápido por el parque para llegar al Alternative Stage. Ahí estaban en la última parte de su set los argentinos de Illya Kuryaki & The Valderramas. Y, aunque nos pesaba habernos perdido el resto, ese final nos bastó para dejarnos con una gran sonrisa en la cara.


Dante Spinetta y Emanuel Horvilleur invitaban a Eric Bobo al escenario para hacer las percusiones de lo que se venía. Al momento, los primeros sonidos de ‘Abarajame’ causaron la euforia de los fanáticos que tenían llenísimo el lugar. Es que esa canción es casi un himno de la corriente de funky latino que durante los noventa inundó esta parte del mundo y que en Chile tuvo uno de sus pilares fundamentales. Precisamente por eso resultó tan emocionante ver a C-Funk subir a escena invitado por los trasandinos para, sobre el fin de ‘Abarajame’, rapear algunos versos de ‘Cha Cha Cha’ (de Los Tetas), otro de aquellos himnos. Punto, set y partido.

Dante Spinetta de Illya Kuryaki en acción
Nos retiramos con la gente y pasamos por el escenario principal. Joan Jett, la leyenda, estaba en la mitad de su show y los tenía a todos sumidos en sus sonidos. Ganas de quedarse sobraban, pero, como buen festival, tuvimos que desechar algunos imperdibles para ir a otros. Claros de eso, seguimos la marcha hacia el escenario del lado para esperar un par de minutos por MGMT.

Joan Jett & The Black Hearts
El debut en tierras locales de la banda oriunda de Connecticut comenzó puntualmente a eso de las 19:00 horas. Con el calor bajando un poco, los liderados por el recatado Andrew VanWyngarden comenzaron su show con un excelente marco de público frente a ellos. Pero ese factor, por contradictorio que pueda sonar, pareció jugarles en contra, ya que no fueron pocos los que quedaron descolocados con el sonido (un poco más contemplativo que en discos) en vivo de la banda. Esa rara situación se rompió con canciones como ‘Electric Feel’ y ‘Kids’, únicos dos singles que alcanzamos a escuchar porque -siendo fieles a nuestro objetivo de ver a bandas nacionales- partimos al Huntcha a ver a Jiminelson que ya empezaba.

Público de MGMT
Con un público notoria y obviamente más reducido que los otros números, el grupo chileno se subió al escenario con la presión de lograr ser un buen cierre para ese recinto. Con MGMT tocando a un lado, Peaches en otro y Skrillex haciendo lo suyo en el Arena, la tarea no parecía simple, pero los liderados por Gustavo León salieron a hacerle frente a la situación con su música como principal arma. Esto, claro, acompañado por la actitud de rockstar de su frontman, guitarras al por mayor, ritmos impecables y hasta una sección de bronces. Por otro lado, la intimidad que reinaba complementó de buena forma la propuesta, haciendo que la experiencia fuera de mayor goce (en especial para los más fanáticos). Buen show que, en un abrir y cerrar de ojos, ya había llegado a su fin.

Y llegó el gran momento. Una vez fuera de La Cúpula corrimos al escenario principal. Obviamente, a esa hora ya no teníamos posibilidades de quedar cerca del escenario, pero hicimos un esfuerzo y avanzamos lo más que se podía. Las miles de personas que se habían quedado desde hace varias horas guardando un lugar para ver de cerca a los Foo Fighters, nos dejaron apostados de la mitad para atrás. Pero, más allá de la vista, lo que importaba era simplemente escuchar en directo la potencia de Grohl y compañía.

Ya instalados, había que hacer lo posible por esperar el comienzo. Es en ese instante cuando uno mira el cielo y le toma el peso a la situación: estás a minutos de ver a una de las mejores bandas del mundo a metros de ti. Y es ahí cuando el pequeño retraso (el único de una producción excelente) entre la hora pautada para el show y su inicio, aumenta el nerviosismo. De pronto, la salida de Taylor Hawkins acabó con todos esos pensamientos y sensaciones y nos trajo de nuevo al parque. Uno a uno fueron saliendo los integrantes de la banda ganadora de cuatro Grammy’s este año, para, entre los alaridos de la multitud, comenzar su set con ese hitazo enérgico de nombre ‘All My Life’.

Y aunque la respuesta del público –obviamente- fue la mejor, comencé a percatarme de algo: el sonido no estaba nada de bien. Pero como se trataba de un evento y de una banda de clase mundial, busque otras explicaciones a esa sospecha. Ideas como que había estado todo el fin de semana escuchando música en vivo, que siempre escucho el mp3 al máximo de volumen o, simplemente, que tenía sueño, fueron las que se me vinieron a la mente para, de alguna manera, justificar el mal sonido. Pero a medida que avanzaba el setlist y que los Foo Fighters se despachaban éxitos de la talla de ‘My Hero’, ‘Learn To Fly’ y ‘Breakout’, me fui convenciendo de la triste realidad. Tan triste era la situación de que la voz de Dave Grohl se escuchara sólo cuando gritaba, que me fui desilusionando y deprimiendo conforme pasaban los minutos. Veía las pantallas que mostraban a la banda –más de cerca- tocando para ese grupo de fans que en primera fila estaban eufóricos y sentía más pena. Incluso, me percate que en la parte donde yo estaba nadie saltaba, dato no menor tratándose de un concierto de los Foo Fighters. La emoción volvió cuando la banda comenzó a tocar la ya clásica ‘Monkey Wrench’ y, en medio de la interpretación, Grohl se bajó del escenario, regaló una de sus guitarras y subió a una pequeña niña y su padre. Todas acciones que, si bien podrían calificar como simples clichés populistas, añadieron un sabor dulce al esperado debut en Chile de la banda. 


Pero después de las muy especiales ‘These Days’ y ‘This is a Call’ (la primera por ser descrita por Grohl como su canción favorita y la segunda por ser la primera que se conoció de la banda), ya no podía más con la tristeza de lidiar con el mal sonido de tan soñado show, así que aproveché que un grupo de groupies sudados venía saliendo y me escabullí por el camino que abrían en la masa. Así llegué nuevamente al pasto y, todavía confundido, caminé a la salida. Sabía que me estaba perdiendo parte de un concierto único y que en el futuro me odiaría por eso, pero lo del sonido me tenía tan mal que sólo caminaba. De pronto, los primeros acordes de una canción detuvieron la marcha. Recordé mi adolescencia viendo MTV y una extraña sensación recorrió mi cuerpo. Es que algunas canciones son más que eso; son verdaderas máquinas del tiempo. ‘Best of You’, además, tiene la capacidad de funcionar como una sanadora y casi catártica experiencia. Me senté en el pasto y escuché. Por esos minutos, todo lo demás quedó fuera y lo único importante era esa guitarra, la voz desgarradora y la base rítmica que de a poco se asomaba. Si, fueron sólo unos minutos, pero sirvieron para hacerme olvidar lo malo y poner una sonrisa de satisfacción en mi rostro. Ya no me importaba el sonido, el cansancio, el lunes ni las canciones que vinieran. Ese tema que sonaba hace más de media década en mi minidisc fue suficiente para hacerme feliz.

Texto por Ignacio Silva
Fotos por Bianca Godoy

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